viernes, febrero 10, 2006

ARISTO

Al día siguiente, cuando recién empezaron a caminar, un hermoso tucán apareció para hacerles compañía. Supieron que se trataba de Aristo, escogido para guiarlos hacia la Fuente Amarilla.

Desde el primer momento se ganó a la niña con sus maneras corteses y su delicadeza. Su voz era profunda y Solángel se sintió alegre pese a la preocupación que la embargaba.

Toringa, en cambio, se sintió molesto. No consentía que alguien le robara la atención de Solángel y luego de un rato en silencio, le dio por refunfuñar, contradiciendo al tucán cada vez que podía.

Aristo no le hizo caso y decidió ignorarlo.

- - Este es el jardín de las siemprevivas -dijo Aristo- y más allá se encuentra el bosque de los recuerdos.

- - ¿Podemos ir allá?

- - No, Solángel. Quien entra allá jamás puede salir, pues se queda viviendo para siempre en el pasado.

- - Tonterías -replicó Toringa-. Mis hermanos lo visitan con mucha frecuencia y nada les pasa. Además, me han dicho, que es muy lindo.

Y aunque Aristo no le prestaba atención y seguía hablando con Solángel como si Toringa no existiera, el enano continuaba interrumpiendo cada vez que podía.

Solangel escuchaba divertida la solemnidad de Aristo y las palabras atropelladas de Toringa, hasta que decidió ponerle fin al asunto. De repente rodeó con sus brazos a Toringa y lo estrechó contra su corazón.

- - Te quiero mucho -le dijo.

Si Solángel hubiera podido ver los ojos de Toringa, seguramente se habría reído mucho. Los agrandó tanto que parecían dos pailas y durante unos segundos miró a Solángel , sacando dentro de sí toda la ternura que tenía guardada. Luego, avergonzado, guardó silencio por un rato.

Aristo notó el cambio y dio también su brazo a torcer. Comenzó a charlar con Toringa, averigüándole por los secretos del cielo y la grandeza del mar. Incluso llegó a preguntarle por la Carroza de los Vientos.

- - Dentro de poco tiempo debe pasar por aquí, conducida por Abira, nuestro padre - le aseguró Toringa, que ya se había vuelto a reír-. Ya está por terminarse el verano y debe comenzar a repartir las lluvias que duermen donde comienza el cielo.

- - ¿Quieres irte con él?

- - No puedo, la niña me necesita -respondió mientras apretaba su mano.

Solángel sonrió aunque sabía que su separación estaba cercana.

2 Comments:

Blogger Unknown said...

hello mARCO!!!

como siempre lindas letras, escribes tan lindo... deberias publicar un libro, ya tiene la primera compradora..
y por demas muchas veces en nuestra vida pasan ARISTOS, y no nos damos cuenta...
que buen blog.. felicitaciones..
tify

9:45 a. m.  
Blogger Marco said...

tify:
Gracias (en todos los idiomas)

lully:
Pronto Solángel se enfrentará a lo desconocido y perseverá para conseguir su objetivo. Agradezco tus visitas.

11:01 a. m.  

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