lunes, diciembre 12, 2005

EL VENERABLE

Aquella tarde, y luego en la mañana siguiente, la niña escuchó un murmullo entre los arbustos, como el que podría hacer una fuente de agua, pero no pudo descubrir nada. El insistente chapoteo apenas la acompañaba unos minutos y luego desaparecía sin dejar rastro.

Preocupada ascendió una pequeña colina para divisar el panorama, pero una vez allí se encontró con la entrada a una cueva. Como podía servirle de abrigo durante la noche, decidió explorar en su interior.

No había andado unos metros cuando unas luces que parecían girar en sí mismas se le atravesaron varias veces para luego marcharse por un pasadizo irregular. Intrigada, Solángel siguió tras ellas hasta desembocar en una estancia adornada por una suave penumbra.

Cuando acostumbró sus ojos a los pálidos reflejos del lugar, notó que los destellos habían escalado un promontorio de piedra y yacían al pie de una figura en actitud de oración.

Por un momento quiso llamar su atención pero al final, respetuosa, adoptó la misma posición. Esperaría que el anciano le hablara.

Pasado algún tiempo, un sonido melodioso brotó de aquellas entrañas, resbaló por las rocas fosforecentes y, con suavidad, se depositó en sus oídos.

Era una voz, pero a la vez era un coro de muchas voces que entonaba un cántico de amor y de esperanza.

- -Debes buscar el corazón de la selva...
- ...allí el agua se unió con la tierra...
- ...y el viento trajo el fuego...
- ...y el fuego se convirtió en vida...
- ...y la vida en esperanza...
- ...debes ir a él...
- ...podrás encontrarlo y conocerlo...
- ...él está en todas partes...
- ...cerca de tí...
- ...siempre aquí...

Transcurrieron varias horas que a la niña le parecieron siglos, escuchando el mensaje que le enviaba el Venerable. Luego, aquellas voces bajaron su tono hasta convertirse en un susurro y, al final, se diluyeron en el silencio de la nohe.

Dichosa, Solángel agradeció desde lo más profundo de su ser aquel regalo inesperado, mientras afuera la noche cubría la tierra y ocultaba la presencia de un ser siniestro.

Dos días permaneció en aquel lugar sagrado sumida en sus reflexiones. El Venerable le había hablado de las fuerzas que gobiernan la oscuridad y de su inmenso poder.

Muchos pueblos habían sucumbido cuando quisieron enfrentársele. Los vio, batiéndose valientemente, en los recodos de los ríos, en los surcos de las sementeras, todos los días, en cada rincón de la selva que iban descubriendo, hasta que el miedo y la desesperanza se apoderaban de sus corazones.

La mirada altiva se apagaba y como si un peso inmenso los agobiara, agachaban la cabeza y se entregaban. La escena era siempre la misma. Como si nada existiera se marchaban, dejaban sus cosas, se internaban en la selva y desaparecían para siempre.

- -... perdieron la esperanza...
- ... y con ella la vida
- ... sólo la muerte podía esperarlos...


En aquel momento entendió a su madre. Cuando la derrota asomaba a los ojos de Zesmil, Luzbella la alejaba con sus palabras de aliento. Le hablaba de los Mayores, de la lucha incesante que tuvieron que librar para llegar a la dorada planicie que convirtieron en su hogar.

"Fueron muchos los peligro, Zesmil. ¿Recuerdas lo que sucedió en el Lago de la Tristeza? Al principio, cuando comenzaron a atravesarlo, sólo sintieron sus aguas tranquilas que permitían el paso de las piraguas. Pero luego todo desapareció. Una espesa niebla ocultó las cosas, apagó los sonidos y terminó por adormecer sus corazones".

A Solángel le contó su padre cómo habían dejado de remar, permitiendo que las aguas los arrastraran hasta el centro de la laguna, Nadie supo cuanto tiempo permanecieron hasta que un tambor rompió el silencio. El Padre Mayor empezó a golpearlo con vigor y otros le respondieron. Uno a uno fueron despertando como de un sueño, cogieron los remos y siguiendo su ritmo, navegaron hasta la otra orilla.

"Siempre los salvó el deseo de llegar a la tierra que los dioses les habían prometido", pensó Solángel. Sin embargo, la asustaba el inmenso poder del mal y las escasas fuerzas que poseía para enfrentarlo.

Cuando usted
padre
me habló del mal
sentí miedo
pero su risa bondadosa
me devolvió la tranquilidad

el mal
me dijo
es hijo de la oscuridad
nos parece eterno
interminable
hasta que llega la luz

luego
padre
usted encendía el fuego
y ahuyentaba las sombras
mientras yo
tranquila
reposaba en su regazo


3 Comments:

Blogger Marco said...

Gracias por tus comentarios. Me alegra que sientas a Solángel tan cerca de tí.

Respecto a tu blog, la aclaración le da mucho valor a lo que escribes, Seguiré como fiel lector.

5:23 p. m.  
Blogger SÓLO EL AMOR ES REAL said...

Tremendo escritor !!! Mis respetos.

5:40 p. m.  
Blogger SÓLO EL AMOR ES REAL said...

Gracias por visitar mi blog, amigo. Y sobre lo que escribiste en el, te cuento que tienes toda la razón, sólo empezamos a ser humanos cuando dejamos de creer que somos el centro del universo y a reconocer que las otras formas de vida que comparten nuestro mundo tienen tanto (o más) derecho a la vida como nosotros,

Un abrazo,

Isaac

6:03 p. m.  

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