EL SEÑOR DE LOS CRISTALES
Cerca del mediodía, Solángel se recostó al pie de un roble y miró con detenimiento las copas de los árboles. “Si fuera tan alta como ellas –pensó- sabría en donde vive la Señora Mañana y si es cierto que en las nubes se guardan los secretos que ya no quieren en la tierra”.
Alguna vez, cuando paseaba con Zesmil por los alrededores del Bosque de Araucarias, los sorprendió la noche. Mientras buscaban un lugar seguro para dormir, Solángel quiso saber adonde se había ido la luz.
Su padre miró hacia arriba. “Allá, donde termina el cielo, más arriba de las nubes, es donde los dioses guardan la luz, para que los hombres puedan descansar”.
Miró más arriba, como le habían enseñado los ancianos. Se imaginó que estaba en la inmensa maloka del cielo.
Libre del pesado cuerpo, su espíritu ascendió con la brisa, tan ligero como un pensamiento.
Con solo desearlo iba de un lado al otro. Deshojó las copas de los árboles, empujó una nube que se cruzó por su camino, acompañó por un rato a un alcaraván y se meció con un vientecillo que viajaba perezosamente a su lado.
¿Y si no pudiera volver? Por un momento tuvo miedo y cerca de un sauce se detuvo para mirarse allá abajo, indefensa, a merced de la anaconda.
- -No te preocupes, las criaturas de la selva velarán su sueño.
Sentado sobre una nube, un hombre de cristal le habló sonriente, adornando sus palabras con miles de colores que se desprendían de sus labios y luego caían a la tierra para pintar todas las cosas que encontraba a su paso.
Poco a poco la tibieza de su corazón envolvió a Solángel y sumergida en sus ojos comprendió muchas cosas.
- -Cuando la tierra fue creada solo existía n la luz y la oscuridad cubriendo en desorden todo lo existente. Unos minutos era de día, al poco rato venía la noche, para luego volver de nuevo el día y así una y otra vez, sin ton ni son.
- -Había que remediar esto y por ello las Señoras del cielo decidieron crear el tiempo y repartírselo. La Primera, sabia y noble, creó la mañana. La Segunda, medrosa y vacilante, formó la tarde. La Tercera, egoísta y malvada, estableció la noche.
- -Pero la dueña de la oscuridad no quedó satisfecha y aprovechando un descuido del Padre Sol, corrió la frontera de sus dominios y se llevó consigo una gran porción de luz, dejando la tierra cubierta de sombras.
- -La timidez de la Segunda permitió el despojo, por lo que hubo de esperarse una reunión de las tres para reordenar las cosas. Pero el acuerdo no se produjo y únicamente quedaron las pocas horas de la mañana para alumbrar la vida del mundo.
- - ¿Cómo evitar el retorno del caos?
- -La Señora Mañana sintió pena por los hombres. Ya no acudían a su encuentro y de vez en cuando los veía deambular, negándose a sonreir. ¿Podría devolverles la felicidad? Mientras reflexionaba, la Aurora depositó en sus manos el cofre que guardaba el amanecer.
- -Con cuidado lo abrió y absorta contempló la blancura de su luz, pero mientras se adentraba en ella, comprendió el secreto: había que liberar los colores que encerraba y regalarlos al mundo. Así, cada cosa, cara rincón, cada ser, poseería su propia luz, haciendo inútil las pretensiones de la noche.
- -De inmediato los desparramó por todos los lugares, pintando de verde las hojas, de azul los ríos, de amarillo el maíz, de carmelita las sementeras, de carmesí el petirrojo. Todos los seres, todas las cosas, tuvieron el suyo.
- -No obstante, la Tercera Señora nbo se dio por vencida y valiéndose de la oscuridad, se llevó consigo los colores, sin imaginarse que ésta sería su última victoria. La Primera Señora, previendo el despojo. me envió a mí, el Señor de los Cristales, para que en cada amanecer los devuelva al mundo, brillantes y renovados.
El inmortal guardó silencio, mientras sonriente depositaba en manos de Solángel un prisma.
- -Guárdalo siempre contigo -fueron sus últimas palabras.
Solángel volvió como de un sueño y pensativa guardó el maravilloso regalo entre sus ropas. Por un momento deseó no haber vuelto, pero cuando el Arco Iris se instaló en el cielo, emprendió la marcha con entusiasmo: tenía un nuevo amigo.
alguna vez
padre
usted me mostró un cielo como éste
limpio
diáfano
interminable
así debe ser el corazón de los hombres
me dijo
y calló durante un largo rato
mientras varias nubes
se unían para ocultarlo
que nunca le pase lo mismo a usted
Solángel
que su corazón permita que miren en su alma
o usted
como Yagumani
se endurecerá para siempre
Alguna vez, cuando paseaba con Zesmil por los alrededores del Bosque de Araucarias, los sorprendió la noche. Mientras buscaban un lugar seguro para dormir, Solángel quiso saber adonde se había ido la luz.
Su padre miró hacia arriba. “Allá, donde termina el cielo, más arriba de las nubes, es donde los dioses guardan la luz, para que los hombres puedan descansar”.
Miró más arriba, como le habían enseñado los ancianos. Se imaginó que estaba en la inmensa maloka del cielo.
Libre del pesado cuerpo, su espíritu ascendió con la brisa, tan ligero como un pensamiento.
Con solo desearlo iba de un lado al otro. Deshojó las copas de los árboles, empujó una nube que se cruzó por su camino, acompañó por un rato a un alcaraván y se meció con un vientecillo que viajaba perezosamente a su lado.
¿Y si no pudiera volver? Por un momento tuvo miedo y cerca de un sauce se detuvo para mirarse allá abajo, indefensa, a merced de la anaconda.
- -No te preocupes, las criaturas de la selva velarán su sueño.
Sentado sobre una nube, un hombre de cristal le habló sonriente, adornando sus palabras con miles de colores que se desprendían de sus labios y luego caían a la tierra para pintar todas las cosas que encontraba a su paso.
Poco a poco la tibieza de su corazón envolvió a Solángel y sumergida en sus ojos comprendió muchas cosas.
- -Cuando la tierra fue creada solo existía n la luz y la oscuridad cubriendo en desorden todo lo existente. Unos minutos era de día, al poco rato venía la noche, para luego volver de nuevo el día y así una y otra vez, sin ton ni son.
- -Había que remediar esto y por ello las Señoras del cielo decidieron crear el tiempo y repartírselo. La Primera, sabia y noble, creó la mañana. La Segunda, medrosa y vacilante, formó la tarde. La Tercera, egoísta y malvada, estableció la noche.
- -Pero la dueña de la oscuridad no quedó satisfecha y aprovechando un descuido del Padre Sol, corrió la frontera de sus dominios y se llevó consigo una gran porción de luz, dejando la tierra cubierta de sombras.
- -La timidez de la Segunda permitió el despojo, por lo que hubo de esperarse una reunión de las tres para reordenar las cosas. Pero el acuerdo no se produjo y únicamente quedaron las pocas horas de la mañana para alumbrar la vida del mundo.
- - ¿Cómo evitar el retorno del caos?
- -La Señora Mañana sintió pena por los hombres. Ya no acudían a su encuentro y de vez en cuando los veía deambular, negándose a sonreir. ¿Podría devolverles la felicidad? Mientras reflexionaba, la Aurora depositó en sus manos el cofre que guardaba el amanecer.
- -Con cuidado lo abrió y absorta contempló la blancura de su luz, pero mientras se adentraba en ella, comprendió el secreto: había que liberar los colores que encerraba y regalarlos al mundo. Así, cada cosa, cara rincón, cada ser, poseería su propia luz, haciendo inútil las pretensiones de la noche.
- -De inmediato los desparramó por todos los lugares, pintando de verde las hojas, de azul los ríos, de amarillo el maíz, de carmelita las sementeras, de carmesí el petirrojo. Todos los seres, todas las cosas, tuvieron el suyo.
- -No obstante, la Tercera Señora nbo se dio por vencida y valiéndose de la oscuridad, se llevó consigo los colores, sin imaginarse que ésta sería su última victoria. La Primera Señora, previendo el despojo. me envió a mí, el Señor de los Cristales, para que en cada amanecer los devuelva al mundo, brillantes y renovados.
El inmortal guardó silencio, mientras sonriente depositaba en manos de Solángel un prisma.
- -Guárdalo siempre contigo -fueron sus últimas palabras.
Solángel volvió como de un sueño y pensativa guardó el maravilloso regalo entre sus ropas. Por un momento deseó no haber vuelto, pero cuando el Arco Iris se instaló en el cielo, emprendió la marcha con entusiasmo: tenía un nuevo amigo.
alguna vez
padre
usted me mostró un cielo como éste
limpio
diáfano
interminable
así debe ser el corazón de los hombres
me dijo
y calló durante un largo rato
mientras varias nubes
se unían para ocultarlo
que nunca le pase lo mismo a usted
Solángel
que su corazón permita que miren en su alma
o usted
como Yagumani
se endurecerá para siempre
2 Comments:
Lully:
Gracias por el comentario. Esta es una novela corta que escribì hace mucho tiempo para participar en el concurso Enka de Literatura Infantil. Ahora he decidido ponerla en la red, poblicando cada semana un capìtulo.
Sencillamente me encanta, lo busque por un comentario que me hizo mi hijo de 4 años, y quise ver en internet algo relacionado. valio la pena!!!
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