EL ENANO DE LOS VIENTOS
A la mañana siguiente unas pisadas llamaron su atención. Sin embargo, no vio a nadie y prosiguió su marcha, pero las pisadas continuaron tras ella, deteniéndose cuando ella se detenía, continuando cuando ella lo hacía.
Así, durante varias horas, Solángel fue perseguida por un ser invisible que tenía ganas de mortificarla. Disgustada, se acostó en la hierba y esperó que él también lo hiciera. De repente, la niña se dio vuelta y con sus brazos rodeó algo que, chillando, intentó escapar.
- - Déjame, no seas abusiva -gritó el ser entre jadeos y exclamaciones de toda índole.
- - Tú eres el abusivo. ¿Por qué me persigues?, contestó con severidad Solángel, tratando de retener al inquieto personaje.
- - ¿Qué te importa? -replicó con rabia el cautivo.
- - Entonces no te soltaré -dijo con resolución la niña y aún con más fuerza apretó al ruidoso ser.
Aunque no sabía cómo era, Solángel palpó su pequeña estatura y la gran cabeza que movía con frenesí. Era mullida, como de algodón, y en ella se hundían los dedos como cuando se moldea una vasija de barro.
- - Suéltame, niña del demonio -dijo entre dientes el enano mientras hacía ingentes esfuerzos por liberarse.
- - ¿Y si no lo hago? -exclamó con curiosidad Solángel.
- - Te embujaré, juro que te embrujaré. Te convertiré en un pirarucú o una charapa y jamás volverás a ser niña.
Solángel no le creyó y el chiquitín, luego de incesantes súplicas y amenazas, le contó que era el mensajero de alguien muy importante.
- - Soy Toringa, el señor de los vientos -dijo ceremoniosamente cuando recobró el aliento.
- - Dirás el enano de los vientos -aclaró con tono burlesco la niña, dejándolo en libertad.
- - No, no, muchacha malcriada -advirió con enojo el extraño ser.
- - Bueno, bueno, -le respondió conciliadora Solángel. ¿Pero de dónde vienes?
- - De todas partes -aclaró Toringa mientras bailoteaba y daba saltos alrededor de su nueva amiga.
- - No entiendo.
- - De allá arriba.
- - ¿Por qué me sigues?
- - Nunca había visto una mujer tan grande.
- - Ni yo un señor tan pequeño.
Los dos soltaron la risa y comenzaron a contarse sus vidas.
En muchas partes de la selva, en especial cerca de las lagunas, pueden hallarse los enanos de los vientos. Son pequeños soplos de aire desgajados de una violenta tempestad, en espera de un golpe de suerte que los devuelva a su hogar. Son demasiado débiles para escapar de la tierra y demasiado torpes para mantenerse en el cielo.
Por ello deben subir a las montañas más altas para esperar la Carroza de los Vientos que, al comienzo de cada verano, atraviesa el horizonte. Si logran aferrarse a ella, quizás crezcan lo suficiente para convertirse en ventarrón o tal vez sean llamados a conformar la escuadra invencible de los ciclones.
Mientras tanto, aquí y allá, sin rumbo fijo, inquietos y bromistas, se distraen haciendo travesuras y planeando su escape.
Toringa no era la excepción. Desde su caída, muchos meses atrás, había escogido aquel rincón del bosque, donde hacía objeto de sus burlas a cuanta criatura viviente pasara por allí.
los seres sencillos
Solángel
son como este arroyo
limpios
transparentes
y por ello
no temen mostrarse como son
en aquel momento
padre
usted se inclinó a beber
reuniendo su imagen
con el agua cristalina
mientras yo
a su lado
sentía el abrigo de su ternura
La niña y su compañero bordearon la laguna dorada y se internaron en busca de un lugar que el enano quería mostrarle.
Así, durante varias horas, Solángel fue perseguida por un ser invisible que tenía ganas de mortificarla. Disgustada, se acostó en la hierba y esperó que él también lo hiciera. De repente, la niña se dio vuelta y con sus brazos rodeó algo que, chillando, intentó escapar.
- - Déjame, no seas abusiva -gritó el ser entre jadeos y exclamaciones de toda índole.
- - Tú eres el abusivo. ¿Por qué me persigues?, contestó con severidad Solángel, tratando de retener al inquieto personaje.
- - ¿Qué te importa? -replicó con rabia el cautivo.
- - Entonces no te soltaré -dijo con resolución la niña y aún con más fuerza apretó al ruidoso ser.
Aunque no sabía cómo era, Solángel palpó su pequeña estatura y la gran cabeza que movía con frenesí. Era mullida, como de algodón, y en ella se hundían los dedos como cuando se moldea una vasija de barro.
- - Suéltame, niña del demonio -dijo entre dientes el enano mientras hacía ingentes esfuerzos por liberarse.
- - ¿Y si no lo hago? -exclamó con curiosidad Solángel.
- - Te embujaré, juro que te embrujaré. Te convertiré en un pirarucú o una charapa y jamás volverás a ser niña.
Solángel no le creyó y el chiquitín, luego de incesantes súplicas y amenazas, le contó que era el mensajero de alguien muy importante.
- - Soy Toringa, el señor de los vientos -dijo ceremoniosamente cuando recobró el aliento.
- - Dirás el enano de los vientos -aclaró con tono burlesco la niña, dejándolo en libertad.
- - No, no, muchacha malcriada -advirió con enojo el extraño ser.
- - Bueno, bueno, -le respondió conciliadora Solángel. ¿Pero de dónde vienes?
- - De todas partes -aclaró Toringa mientras bailoteaba y daba saltos alrededor de su nueva amiga.
- - No entiendo.
- - De allá arriba.
- - ¿Por qué me sigues?
- - Nunca había visto una mujer tan grande.
- - Ni yo un señor tan pequeño.
Los dos soltaron la risa y comenzaron a contarse sus vidas.
En muchas partes de la selva, en especial cerca de las lagunas, pueden hallarse los enanos de los vientos. Son pequeños soplos de aire desgajados de una violenta tempestad, en espera de un golpe de suerte que los devuelva a su hogar. Son demasiado débiles para escapar de la tierra y demasiado torpes para mantenerse en el cielo.
Por ello deben subir a las montañas más altas para esperar la Carroza de los Vientos que, al comienzo de cada verano, atraviesa el horizonte. Si logran aferrarse a ella, quizás crezcan lo suficiente para convertirse en ventarrón o tal vez sean llamados a conformar la escuadra invencible de los ciclones.
Mientras tanto, aquí y allá, sin rumbo fijo, inquietos y bromistas, se distraen haciendo travesuras y planeando su escape.
Toringa no era la excepción. Desde su caída, muchos meses atrás, había escogido aquel rincón del bosque, donde hacía objeto de sus burlas a cuanta criatura viviente pasara por allí.
los seres sencillos
Solángel
son como este arroyo
limpios
transparentes
y por ello
no temen mostrarse como son
en aquel momento
padre
usted se inclinó a beber
reuniendo su imagen
con el agua cristalina
mientras yo
a su lado
sentía el abrigo de su ternura
La niña y su compañero bordearon la laguna dorada y se internaron en busca de un lugar que el enano quería mostrarle.
4 Comments:
Excelente escrito, felicitaciones, evidentemente es de un ser de luz,
Isaac
Somos magos, aunque no lo tengamos claro,
Abrazos,
Isaac
Hello!!!!!
Como siempre buena letra e inspiracion, que hacen que cualquier comentario se quede corto para describir le belleza de esta historia...
solo suspirare...
saludotes
Yoymimismo:
Gracias por el comentario y por su fidelidad. A pesar de lo que pasa a nuestro alrededor, todavía podemos pensar en que no todo està perdido y que desarrollar nuestro interior es una de las claves para que las cosas mejoren de verdad.
lully:
También gracias por tu fidelidad y por tus visitas cotidianas. Me siento feliz de que pensemos lo mismo y de que cada día sea un pretexto para mejorar nosotros mismos y nuestro entorno.
tify:
No puedo sino agradecerte tus comentarios. Compartir con nuestros amigos virtuales nuestro concepto de la vida es un instante mágico que nos permite este universo virtual.
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